Este miércoles 27 de Julio Saywa "Victoria de Ayacucho" presentará un concierto con mucha música, color, y tradición en el Gran Teatro Nacional en donde estará acompañada de Amanda Portales y Julie Freundt. Aquí les dejamos con una muy interesante entrevista. Imperdible!
¿Cuándo nace lo del canto en ti?
Desde muy niña. Soy la última de cinco hermanos y recuerdo que, cuando mi hermano mayor tocaba la guitarra, yo escuchaba los huainos y me daban ganas de cantar. Ayacucho es un pueblo también muy musical. Mi infancia la pasé en una comunidad campesina, Vinchos. Ahí todos cantan, bailan. Y, bueno, ya después nos fuimos a Huancayo…
¿Por qué Huancayo? Porque ya la situación política estaba difícil en Ayacucho, había muchas muertes… Lo más cercano era Huancayo y allí empiezo ya a cantar profesionalmente, pero añoraba Ayacucho y quería cantar música de mi tierra. Las letras de los huainos eran profundas y me llevaban a mi infancia.
¿No te adaptabas a Huancayo?
Tal vez porque fue muy brusco el viaje. De la noche a la mañana nos fuimos y a esa edad estás como recién adaptándote… Yo tenía 14 años cuando salimos de Ayacucho. Fue dejar bruscamente mi entorno.
Sin ese desarraigo, ¿hubieras sido cantante?
Yo empecé a cantar, porque mi corazón me pedía eso. Era como que tenía mucha tristeza de haber dejado Ayacucho. Y tal vez si me hubiera quedado hubiera hecho otra cosa. Quería cantar y era como que quería cantar mis penas, mis tristezas…
¿Y cuándo ya lo hiciste profesionalmente?
Yo estaba a punto de estudiar una carrera, quería ser policía, y no sabía que el canto era mi vocación. Pero cuando cantaba, sentía que a la gente le gustaba. Allí mi hermano mayor me dice: graba un casete. Y cuando lo escucho digo: ¡pero si canto bien! Así decido dedicarme al canto.
Siempre te mantuviste fiel a la música andina, ¿no?
Sí. En realidad yo me enamoré de esta música. Yo no aprendí música, pero aprendí canto y eso me ayudó mucho a afinar mi voz y me sirvió cuando empecé a escribir canciones. En esta carrera tienes que abrir un camino y si quieres tener un nombre tienes que cantar tus propias canciones y tener un estilo propio.
¿Qué significó que tu hija Damaris siguiera tus pasos?
Eso fue algo que tampoco me esperaba. Como yo no había estudiado música, desde pequeñita le regalaba charango, guitarra. Ella empezó a tocar y tenía facilidad, pero nunca se me habría ocurrido que ella se dedicara a la música.
¿Por el lado difícil de la música en nuestro país…?
Es difícil como cualquier carrera: en un comienzo sufres. Y cuando tú vienes de abajo, eso es parte de tu vida y creo que eso me preparó también. Mi infancia, donde no había a veces para comer, me hizo fuerte...
En ese sentido, Damaris la tuvo más fácil, digamos…
No tanto. Damaris todavía vivió mi primera etapa de artista. Al inicio fue duro también, porque yo vivía de la música y a veces no me pagaban. Ella viene cuando yo tengo 18 años. Es como mi hermanita. Juntas recorrimos este camino del arte y ella vivió lo que yo he vivido. Y eso es bueno, porque por eso ella es lo que es también.
¿Sientes que ella ha llegado más lejos que tú?
Definitivamente. Damaris ha estudiado una carrera. Yo puedo decir orgullosa que es músico completo. Y yo me siento feliz porque ella ha llegado a donde yo no.
¿Alguna vez has postergado tu carrera para apoyar a Damaris?
No, al contrario. Yo seguía en lo mío y Damaris salió de una manera inesperada y más bien ella me ayudó a mí. Yo siempre he apostado por mi música y con Damaris hemos caminado juntas.
Después de 35 años, ¿cómo resumes tu carrera?
En este tiempo, lo que yo he venido trabajando es mucho la parte emocional, porque, después de leer a José María Arguedas, podemos ver que ese es casi el perfil de todos los que venimos de hogares de padres separados, de muchas carencias emocionales.
¿La música te ha sanado?
Para mí, antes, cantar era cantar mis penas. ¡Pobrecito el público! (Risas). Pero no me he quedado en ese camino, sino que, buscando sanación, he ido a hacer terapias. Yo creo que lo más hermoso que un artista puede entregar es un canto limpio, un canto sin cargas de dolor, de sufrimiento, porque la música te sana. Y para mí eso han sido estos 35 años…
Fuente: La República / Gabriel Ramos
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